Armonía emocional 1


Photo by Aziz Acharki on Unsplash

¿Por qué hablar de esto?

Hay algo que no deja de sorprenderme. Llevamos décadas sabiendo a través de diversos estudios que la inteligencia emocional es uno de los factores más importantes para determinar no solo el éxito de una persona, sino su grado de satisfacción y -podríamos decir- felicidad en general.

Al mismo tiempo que sabemos de su comprobada importancia, somos negligentes en su enseñanza y desarrollo. Es tan importante que debería de estar incluida como asignatura principal en los programas escolares, junto con otros temas como administración. Tampoco parece ser una prioridad dentro de las familias, en dónde no se promueve el compartir las experiencias y aprendizajes en el manejo de las emociones. ¿Será entonces que es algo que hemos decidido que cada quien debe aprender de manera “informal” y que cada persona necesita atender -o no- su grado de inteligencia emocional a fuerza de tropezones, arañazos o grandes esfuerzos para suprimirlas y esconderlas?

No estoy de acuerdo. A lo largo de mi vida, yo he tenido y sigo teniendo muchos tropiezos emocionales. Por esto y porque he acompañado a muchas personas en este trayecto, mi propósito es invitarte a tomar el desarrollo de tu inteligencia, agilidad o armonía emocional (como le quieras llamar) en tus manos sin esperar a que las experiencias de la vida te obliguen a hacerlo. Mi vida ha sido un poco más fácil y sin duda mucho más disfrutable conforme he ido aprendiendo y poniendo en práctica los conocimientos, herramientas y estrategias que he podido incorporar. Deseo que tú también puedas hacerlo. 

¿Qué son las emociones y porqué son importantes?

La palabra emoción tiene origen su latín en emotio derivada del verbo emovere, ambas relacionadas con: remover, agitar, mudar, movimiento, impulso. Simplificando, podemos decir que una emoción es energía en movimiento. Son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación.  Por eso son tan importantes, porque nos han ayudado a sobrevivir.

Una reacción emocional es un complejo estado que deriva en cambios físicos y psicológicos. Tiene tres componentes principales:

  1. Una experiencia subjetiva, porque surge por una interpretación que realizamos.
  2. Una respuesta fisiológica, ya que modifica nuestro cuerpo.
  3. Una respuesta en expresión o comportamiento.

Las emociones no son ni buenas ni malas en sí mismas. Lo que pasa es que hemos aprendido a catalogarlas a partir del grado de incomodidad o de placer que nos provocan. Los budistas distinguen entre las emociones aflictivas y las no aflictivas para determinar el daño tanto a la persona que la experimenta como a los demás. Pero en estricto sentido, las emociones simplemente son.

Pueden ser vistas como una luz que nos indica o nos señala lo que es importante. Estas señales también tienen la función de brindarnos tanto a nosotros mismos como a los demás información sobre lo que está sucediendo en nuestro interior (por eso el componente de la experiencia subjetiva).

Estas reacciones, son el resultado de una evaluación automática, por lo que tienden a desencadenarse a gran velocidad. En esto radica la importancia para sobrevivir. Por ejemplo, tendremos más posibilidades de permanecer con vida si somos capaces de experimentar miedo y movernos ante un animal que pueda poner en peligro nuestra vida o de reaccionar rápidamente si es necesario cuando vamos manejando para poder evitar un accidente. Por eso, la naturaleza de la emoción está en funcionar permaneciendo ajena a la consciencia. No podemos desperdiciar tiempo en valorar si debemos reaccionar o no de determinada manera. Y en su naturaleza está el principal desafío: el grado de consciencia.

Cuando se desencadena una emoción aparecen una serie de impulsos que se traducen en pensamientos, acciones, palabras y movimientos corporales. Por eso creo que es importante que recordemos que las emociones juegan un importante rol en lo que pensamos, en las decisiones que tomamos y por supuesto en cómo nos comportamos. Por ser energía en movimiento, van a  incrementar la posibilidad a que actuemos (no siempre de la manera en como nos gustaría).

Es por lo tanto importante saber que en general van a estar fuera de nuestra consciencia y que vamos a actuar desde ellas, lo cual puede modificarse si trabajamos en desarrollar nuestras habilidades.

¿Cuáles son algunos de los problemas que podemos enfrentar en el tema de emociones?

Empiezo por la calificación. Cuando etiquetamos una emoción como mala o negativa, nos va a invitar a buscar alejarnos de ella, lo que queremos es dejarla de sentir. Esto nos llevará a buscar algún mecanismo para lograrlo. En general, podemos tomar una de dos vías. De acuerdo a Susan David, la primera es embotellarlas, este sucede cuando buscamos disminuirlas, hacerlas a un lado, ignorarlas. El segundo mecanismo es rumiar, cuando no la soltamos y le damos vueltas y vueltas, manteniéndola presente. No olvidemos que intentar combatir una emoción va a ayudar a fortalecerla.  Y además de fortalecerse,  nos puede generar la famosa “fuga emocional”, la cual ocurre cuando las emociones que hemos reprimido surgen de maneras no intencionadas.

Otro problema es el mantener las mismas respuestas ante una emoción, repetirlas  a pesar de que no nos sean útiles estas reacciones. En algún momento de nuestras vidas, aprendimos a reaccionar de cierta manera ante determinada emoción, y tal vez en ese preciso momento fue lo mejor que pudimos hacer. El problema surge en que aún y cuando ya no consideramos útil esa respuesta, la seguimos manteniendo. Por ejemplo comiendo o bebiendo alcohol al experimentar ansiedad.

Y estos no son los únicos problemas. Cada persona tendrá sus temas emocionales específicos, como aquellas que todo lo “mandan al estómago” y padecen muchos problemas gastrointestinales. Otra vez, no se trata de cuáles sean mejores o peores, sino del daño o de la utilidad que tengas tú al reaccionar de esa manera, eso es lo importante.

La falta de armonía emocional surge cuando no estás en alineación. Le abres espacio cuando no hay congruencia entre el pensar, el sentir y el hacer. Básicamente pierdes armonía cuando te obligas a comportarte de una manera diferente a lo que tus emociones te están invitando.

Algunos ejemplos de falta de armonía: cuando experimentas enojo en el trabajo, pero no lo expresas por temor a las represalias y por el contrario te fuerzas a sonreír; cuando tienes ganas de llorar y te aguantas porque crees que no es apropiado el lugar o el momento; cuando respondes de manera automática, es decir, actúas para no escucharla cuando pones en marcha tu mecanismo preferido antes de ser consciente de lo que estás sintiendo.

En la falta de armonía, básicamente lo que estamos experimentando son dos tipos de energía que van en sentidos opuestos. Además de la sensación de dos fuerzas jalando en sentidos opuestos, la falta de armonía tiene un gran costo: no solo conlleva un fuerte desgaste emocional, sino que tiene implícito un malestar con nosotros mismos, ya que no estamos actuando desde la congruencia y nos queda una sensación de “no me hago caso”.

La armonía emocional

Para hablar de armonía es necesario pensar en congruencia. De forma sencilla me gusta pensarla como la alineación entre el pensar, el decir y el hacer, de manera responsable y consciente.

La congruencia se refiere a un acuerdo entre varios elementos o componentes de un sistema, de nosotros. Por esto es que la falta de congruencia se experimenta como una batalla interna.

Puedes lograr armonía emocional si la piensas no como un destino que puedes alcanzar con determinado esfuerzo y estrategia, sino como momentos que podrás lograr por momentos y luego perder, esperando que esos momentos logrados vayan aumentando en frecuencia y duración. Visto de esta manera,  me parece que la armonía emocional es prima de la felicidad: no es que seamos felices o infelices siempre, sino que tenemos momentos de felicidad. Y la vida se va haciendo de muchos de esos momentos enlazados unos a otros.

Es importante subrayar que puedes experimentar este estado armónico cuando lo que sientes está alineado a quién eres y a tu interpretación del mundo (valores, creencias) y  entonces te expresas desde ahí. Repito, logras ese momento cuando alcanzas cierto equilibrio entre tu manera de pensar, de sentir y de comportarte.

¿Qué hacer para incrementar nuestra armonía emocional?

Te comparto algunas ideas, empezando por lo más importante: no hay una regla general que aplique para todas las personas. Es necesario que pruebes distintas cosas y que vayas observando qué es lo que te funciona a ti.

  1. Para lograr una mayor alineación con tus valores, lo primero es conocerlos. Y no me refiero aquí a valores como la honestidad, sino a lo que tú consideras importante en este momento de tu vida. Puedes contestar estas preguntas: ¿Qué es lo importante para mí en este momento? ¿Quién quiero ser? ¿Qué valoro?
  2. Recuerda que las emociones no te definen: cambia el soy por estoy sintiendo o experimentando. Por ejemplo, no es que yo sea ansiosa, sino que en determinado momento experimento ansiedad. Reconócela: “me doy cuenta que estoy experimentando ansiedad”.
  3. Trabaja con tus pensamientos. Te enganchas cuando los aceptas como verdaderos. Y al hacerlo desatas la respuesta emocional. Entonces lo primero es cuestionarlos: ¿qué de verdad hay en esto que estoy pensando? ¿tengo información para respaldarlo? Recuerda preguntarte:  ¿Quién está a cargo? ¿El pensamiento o quien piensa?
  4. Regresa una y otra vez al presente, al aquí y ahora. Conecta con tu entorno y tu contexto. Date cuenta de lo que sí tienes, de lo que sí está sucediendo.
  5. Desarrolla tu habilidad de darte cuenta. Cuando surja una emoción, experiméntala y obsérvala con consciencia y aceptación. Respira y date la oportunidad de sentir.
  6. Ten auto compasión. No se trata de engañarte y decirte que estás bien, se trata de reconocer tus desafíos y fallas como parte natural de ser humano.
  7. Haz espacio para todo: todas las emociones son bienvenidas. La vida necesita de lo dulce y de lo salado, de lo amargo y de lo ácido.
  8. Escucha la información útil que te comunican: Pregúntate: ¿cuál es el propósito de esta emoción? ¿qué me comunica de lo que es importante para mí?
  9. Se transparente. Para lograr armonía, necesitas ser transparente, sobre todo contigo. Busca claridad y honestidad.
  10. Incrementa tu autoconocimiento. Si te conoces y aceptas quién eres y cómo eres, no tendrás la necesidad de esconderte o negarlo.

Procura cada día mayor autenticidad.

Que tus creencias, acciones, metas y resultados estén alineados con quien eres.


Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Una idea sobre “Armonía emocional